lunes, 10 de enero de 2011

En el Mercurio. Poco ruido

El Dakar da para infinitas historias. Lo de "Chaleco" no necesita adjetivos, pero me quiero centrar en una que, hasta el momento, es con final feliz.
La notable participación de Boris Garafulic, sólido entre los top 15 de la carrera, recién empieza a levantar ruido comunicacional. La cobertura de la carrera se queda normalmente en los lugares comunes y sigue a las "figuras" y, en este caso, ayudada por la actitud del propio piloto, muy esquivo y casi complicado al ver que un desafío personal empieza a volverse noticia de interés masivo.
A pesar, o a lo mejor por lo mismo, de que su padre homónimo, el recordado "maestro", fue una de las figuras más importantes del automovilismo chileno, Garafulic hijo nunca incursionó competitivamente en categoría alguna. Por eso sorprende que ya, a avanzada edad, haya elegido justamente una de las pruebas más duras para hacer su "debut".
Y lo ha hecho con estilo y con nivel, invirtiendo los recursos con inteligencia y preparándose con mucha dedicación y sacrificio. Por ese mismo afán de mantener un bajo perfil, pocos se enteraron cuando a principios del año pasado arregló el arriendo de una camioneta con uno de los mejores equipos de esta especialidad, los belgas del Nissan Overdrive. Tampoco se supo de sus múltiples viajes para entrenar con el equipo, y menos su participación en el Rally de Marruecos 2010 como parte de su preparación y en el que ya mostró que "lo que se hereda no se hurta", destacando desde el comienzo.
Sumemos a esto la cantidad de fines de semana trasladándose al norte chileno, donde con una camioneta con algunas adaptaciones recorrió miles de km conociendo probablemente algunos de los caminos del Dakar, pero principalmente adquiriendo el ritmo y la sapiencia para ganarle al desierto.
En otras palabras, el resultado hasta el momento no debe sorprender. Es fruto de un trabajo bien hecho, sin improvisación. En los deportes del motor no siempre se cumple la correlación trabajo bien hecho-resultados, pero el que este sea un caso es más que merecido. Que sirva de ejemplo, poco ruido y muchas nueces.
Columna de Alejandro Schmauk.

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